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Consecuencias del aborto para el matrimonio y la familia

Efectos del aborto en la relación entre el hombre y la mujer

Es lógico que los efectos negativos del aborto en la mujer afecten también la relación con su esposo o "amigo". Precisamente entre los efectos negativos emocionales del aborto en la mujer están la aversión hacia su esposo o "amigo", una disarmonía general en sus relaciones interpersonales. De hecho, ciertos estudios muestran que hasta un 70% de las parejas se separan en el término de un año después de haber ocurrido el aborto. Las leyes en los Estados Unidos, le permiten a la mujer recurrir al aborto sin el consentimiento de su esposo. Es insólito que el propio padre no pueda ni siquiera tener la posibilidad, por medio de la persuasión, de impedir la matanza del hijo que su esposa lleva dentro. Esto obviamente tiene que afectar la relación marido-mujer, pues se trata de una de las áreas principales del matrimonio: traer hijos al seno de una familia. Tristemente, sin embargo, en muchos casos, por no decir la mayoría, es el marido o "amigo" quien empuja a la mujer hacia el aborto, negándole todo tipo de apoyo o aún amenazándola con el abandono si no se lo practica. Todo esto va no sólo en detrimento de la mujer, sino de la misma institución del matrimonio y la familia. El aborto facilita el machismo y la explotación de la mujer por parte del hombre, pues le hace más fácil ser irresponsable y la convierte a ésta en un objeto sexual.

Efectos del aborto en los demás hijos

El aborto también repercute en los otros hijos que ya se tienen o que nacen después, ya que otro de los efectos emocionales negativos del mismo en la mujer es precisamente la frustración de su instinto maternal. Y así se dan casos de superprotección por parte de la madre que ha abortado hacia los hijos que posteriormente llega a tener, a quienes ella causa daños emocionales. Otro triste aunque interesante dato es que el maltrato infantil ha aumentado en los Estados Unidos en un 500% después de la legalización del aborto.

Los hermanos del bebé abortado también sufren

A los hijos que ya han nacido también les afecta la muerte de un bebé. A menudo, los padres piensan que los niños no se dan cuenta del embarazo de su madre, pero inclusive los más pequeños saben si ella se practicó un aborto. Cuando Juan, el hermano de Matt murió, Matt experimentó síntomas que son típicos de un niño que sobrevive un aborto, como por ejemplo, enojo contra los médicos, los hospitales y contra Dios. También experimentó culpabilidad y, como resultado, autocastigo, pertubaciones en el funcionamiento cognoscitivo y en el rendimiento escolar, depresión y tristeza. Las niñas también pueden experimentar temores acerca del embarazo y de su femineidad por su identificación con la madre. Los síntomas de dolor en los padres, tales como el shock y la depresión, pueden ser aterradores para un niño pequeño. Un estudio demostró que aún los bebés de dos a cuatro meses de edad se muestran seriamente perturbados, cuando sus madres se sientan frente a ellos sin hablar y sin una expresión en el rostro durante dos o tres minutos. Los niños pueden sentirse abandonados por sus padres afligidos y éstos pueden erigir una barrera emocional entre ellos y sus hijos, debido a la culpabilidad y a la pérdida de confianza en su capacidad de ser padres. Los niños acongojados pueden también sentirse confundidos porque están sufriendo de una manera distinta a la de sus padres. Un niño menor de cuatro años generalmente entiende la muerte sólo como una separación temporal. Los niños de cinco o seis años creen generalmente que el muerto puede ver y oír pero que no puede moverse. Entre los siete y los nueve años, los niños empiezan a comprender que la muerte es un estado final e irreversible. En esta etapa un niño puede soñar más acerca de la muerte y empezar a pensar en su propia muerte. Entre los diez y los doce años, la muerte es aceptada como algo universal, irreversible e inevitable. El sufrimiento durante los años de la adolescencia está marcado por el extrañar la relación con un ser querido. Debido a que los niños se hacen cada vez más conscientes del significado y la finalidad de la muerte, generalmente no sufren con intensidad después de una pérdida, pero hay mayor posibilidad de que sufran de una manera intermitente en los años venideros. Eventualmente, los niños muestran su reacción ante la muerte a través de tres preguntas principales: "¿La causé yo?" (Los niños creen que los deseos tienen poder y si un niño ha deseado algun vez que una persona no esté cerca y luego esa persona muere el niño puede sentirse responsable.) "¿Les ocurrirá a quienes yo quiero?" "¿Me pasará a mi pronto?" En cada edad, los niños necesitan tener la seguridad de que no hicieron nada para que esta persona muriera y que son amados, aún cuando sus afligidos padres no puedan estar emocionalmente presentes con ellos. Los niños afligidos pueden dar indicios de que necesidan ayuda y amor mediante una repetida conducta agresiva u hostil, un bajo y prolongado rendimiento escolar o conductas regresivas e inseguras que persisten con el tiempo. Cuando los padres superan el sufrimiento a causa de un niño nacido muerto o abortado, quedan libres para ofrecer ayuda y amor a sus otros hijos vivos. Cuando ellos dan y reciben perdón con su niño por el bebé abortado, no sienten más ni culpa ni rabia, ni transfieren ésta a los otros miembros de la familia. Orar por un bebé que ha fallecido puede curar a los hijos que todavía viven y a familias enteras.

Hecho por Luis Paucar Temoche . 

 

La familia, cuadro de valores y conductas morales

El valor fundamental de la familia se expresa con la noción de hogar. La expresión "hogar" es una metáfora muy fácil de interpretar. Implica, en primer término, una idea de calor y de seguridad. Se refiere también al papel económico de la familia: la familia es una organización de consumo. El hogar es también un centro y por ello se ve que la familia expresa una idea de reunión, una integración jerárquica. Además, como el fuego necesita ser mantenido, la familia considerada como hogar. supone una colaboración incesante y la lealtad de todos los miembros que la componen.

Las relaciones humanas: El hombre es un ser social, eso quiere decir que vive en unión con otros hombres. No puede vivir solo, vive en sociedad. La sociedad es, entonces, el hábitat del hombre y éste es, al mismo tiempo, el constructor y el transformador de la comunidad. La sociedad humana es la unión de los hombres. Juntos transforman la naturaleza y la ponen a su servicio para protegerse y satisfacer sus necesidades de alimento, vestido, habitacionales de comodidad, etcétera. Todos los hombres forman parte de la sociedad. También forman parte de la sociedad las organizaciones que el hombre ha creado, tales como la familia, la escuela, el gobierno, el estado. Las relaciones humanas son las relaciones entre los miembros de la sociedad. Siempre son mutuas, es decir que las personas se influyen recíprocamente.El hombre establece relaciones de muy variada índole, como las que se producen por el solo hecho de la vecindad, o por ser miembro de un club o de una institución profesional o religiosa, etc. Resulta muy difícil enumerarlas a todas, ya que la lista sería interminable. Estas relaciones constituyen variadas manifestaciones de convivencia humana.

Las normas sociales

A lo largo del tiempo todas las agrupaciones humanas, desde los grupos primarios hasta las más complejas instituciones, han necesitado normas para funcionar y desarrollarse positivamente.Cuando vimos que el hombre crea cultura, diferenciamos distintos tipos de objetos culturales. Así como las creencias y los valores, las normas son objetos culturales no materiales. Ellas reflejan los valores de una sociedad.En un grupo primario, en una comunidad y en las más complejas instituciones, las normas buscan armonizar la convivencia, para hacer más positivo el funcionamiento del grupo.Las actividades humanas, que como hemos visto se realizan en sociedad, hacen necesaria la existencia de las normas. Si un grupo de alumnos se reúne para concretar una tarea escolar, se establecen normas de funcionamiento para lograr el objetivo deseado. Las normas son imprescindibles para el accionar social.En el desarrollo de un juego, el funcionamiento de la Cooperadora de una escuela, una familia, en todos los casos existen normas aceptadas por los miembros participantes.La familia y la escuela son grupos socializadores, ambas transmiten cultura y con ella, las normas.Las normas pueden referirse a cuestiones morales, religiosas, sociales, etc.En todas las sociedades, paralelamente con la aparición de normas, surgieron autoridades cuyas funciones consisten en velar por el cumplimiento de las normas, en beneficio de la comunidad.Existe un tipo de norma que se diferencia nítidamente de todas las demás: la norma jurídica.Las normas jurídicas poseen una sanción en su enunciado. Las instituciones que se ocupan de velar por el cumplimiento de las normas poseen la autoridad necesaria para hacerlas cumplir, y pueden utilizar la fuerza si es necesario.Ejemplo: “El que roba será castigado con la prisión”. Este es un ejemplo de norma jurídica.A veces las normas sociales reciben sanción por la comunidad aunque no se encuentre explícito, si una persona no practica las costumbres de higiene y pulcritud dentro de un grupo, puede llegar a ser rechazada por él. En este caso el grupo aplica una sanción de tipo moral, pero no existe como en el caso de la norma jurídica, una sanción obligatoria que las autoridades se ocupan de hacer cumplir, usando la fuerza si es necesario.

Hecho por Luis Paucar Temoche .

Funciones de la familia

Una de las características que distingue a la familia es su capacidad de integrar muchas funciones en una única fórmula de convivencia. Eso no quiere decir que no haya otras formas de llevarlas a cabo. Todas las funciones que señalaremos a continuación se pueden realizar en el contexto de instituciones alternativas que a veces son totalmente ajenas a la esfera doméstica como sucede, de hecho, con la educación en las escuelas o el cuidado de personas mayores en asilos.

Algunas de las principales funciones que la familia cumple son las siguientes:

  • Económica. En ella cabe distinguir: mantenimiento de los miembros no productivos crematísticamente hablando; división de las tareas domésticas, como aprendizaje de la división del trabajo en el mundo laboral; transmisión de bienes y patrimonio (herencia patrimonial, jurídica, de estátus y de poder); unidad de consumo; evitación de igualitarismo estatal…

 

  • Reproductora. Toda sociedad regula las actividades reproductoras de sus adultos sexualmente maduros. Una manera de hacerlo consiste en establecer reglas que definen las condiciones en que las relaciones sexuales, el embarazo, el nacimiento y la cría de los hijos son permisibles. Cada sociedad tiene su propia combinación, a veces única, de reglas y de reglas para la transgresión de reglas en este campo. Esta regulación supone un control de las relaciones entre personas que, a su vez, contribuye de forma sustancial al control social.

 

  • Educativa-socializadora. El objetivo generalizado es la integración de los miembros más jóvenes en el sistema establecido, moralmente o jurídicamente.

 

  • Política religiosa. El adoctrinamiento en ambas parcelas es absolutamente misceláneo y variopinto.

 

  • Psicológica. Puede ir desde la satisfacción de las necesidades y deseos sexuales de los cónyuges, hasta la safistacción de la necesidad y el deseo de afecto, seguridad y reconocimiento, tanto para los padres como para los hijos. También se incluiría el cuidado a los miembros de más edad.

    La protección psicológica descansa en la solidaridad del grupo. El Estado, sin embargo, interviene activamente con su gestión política. En España, por ejemplo, y sobre la base del artículo 39 de la Constitución, aparece como principio rector de la política social y económica que los poderes públicos han de asegurar la protección social, económica y jurídica de la familia. Cuestión a parte es la implementación efectiva de esos principios. Por otro lado, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su artículo 16, también hace mención expresa a la familia en tono claramente proteccionista.

 

  • Domiciliaridad. La función cosiste en establecer o crear un espacio de convivencia y refugio. Cuando la pareja se traslada a vivir con los padres de la novia o cerca de ellos, la situación se denomina matrilocal. Una pauta patrilocal se da cuando la pareja se traslada con los padres del novio o junto a ellos. La neolocalidad ocurre cuando la nueva pareja se instala en una residencia independiente. Los primeros casos implican un tipo de estructura extensa, el último, la nuclear.

 

  • Establecimiento de roles. Según las culturas y en relación directa con el tipo de economía prevaleciente, las familias varían en su estructura de poder y, en consecuencia, en la distribución y establecimiento de roles. Son patriarcales aquellas familias donde el marido toma las decisiones sin consulta ni discusión con los demás miembros. La fórmula patriarcal se constituyó en el tipo predominante de familia no sólo en las grandes civilizaciones de la Antigüedad, sino también en las instituciones familiares griegas y romanas, así como en la sociedad feudal, los antecedentes remotos de la familia occidental actual. De alguna manera sigue siendo la forma prevaleciente en la actualidad, aunque en fuerte tendencia hacia la configuración de una familia equipotestal ( cuando la estructura de poder es de tipo igualitario en que el marido y la esposa tienen los mismos derechos, aunque no sean necesariamente considerados como iguales en lo que respecta a la división del trabajo). Si es la esposa quien decide, la sociedad familiar se denomina matriarcal. Sin embargo, ambos casos, destancan en el criterio de autoridad.

Elaborado por Diego Pasapera

Cortesía de http://www.xtec.cat/~mcodina3/familia/funcio.htm

 

LOS TIPOS DE FAMILIAS

Hacer una historia del desarrollo de la familia desde los tiempos primitivos hasta la actualidad excedería los propósitos del presente trabajo. Sin embargo, no podemos soslayar el hecho de que es la primera institución que se recorta dentro del espacio social, y por lo tanto, la misma adquiere un carácter universal.

Si bien cada sociedad le asigna determinadas funciones, como la satisfacción afectiva y sexual de la pareja conyugal, la protección psicosocial de sus miembros (fundamentalmente el cuidado y la educación de los hijos) y la transmisión de los valores de la cultura a través del proceso de socialización; las organizaciones familiares y de parentesco asumen formas muy variadas y esto obedece a que, como toda creación humana, dicha institución está inmersa dentro de culturas con estructuras productivas y organizaciones político-sociales diversas.

La antropología se ha dedicado extensamente a historizar la heterogeneidad de las estructuras familiares, desarrollando al respecto una variada clasificación, según patrones de autoridad imperantes, linajes y clanes, reglas de endo o exogamia y cantidad de integrantes. Sin embargo, dicha heterogeneidad cultural presenta elementos comunes, ya que en todos los casos se trata de visualizar cómo se organiza la convivencia diaria, la sexualidad y la procreación.

Estas dimensiones se transforman en la medida en que cambia la estructura social, la organización económica, el sistema del poder político y la cultura religiosa que determinan en qué lugar se emplaza la familia y qué tipo de forma adopta la misma; es decir que se va organizando y estructurando a partir de reglas y normas de convivencia que rigen en la sociedad, pero como ésta evoluciona constantemente, las enseñanzas y modelos que se imparten van variando con las distintas generaciones.

Si bien el grupo familiar tiene una importante incidencia afectiva e ideológica sobre el individuo a lo largo de toda su vida, cada uno de esos grupos realiza una interpretación específica de sus propios códigos; esto significa que la familia no es una receptora pasiva de contenidos que le vienen de “afuera” y que ella se encarga de reproducir (léase copiar); por el contrario, hay un grado de participación familiar en la configuración de los sistemas ideacionales de la sociedad.

Es por ello que las interacciones familiares son intermediarias de los discursos sociales, si bien pueden reproducir, también pueden producir nuevos significados. De esta forma, se constituyen en instancias mediadoras de las estructuras socio económicas en un momento histórico determinado.

En la práctica, las políticas económicas y sociales tienen un claro impacto sobre la vida de las familias y sus miembros. En nuestro país los cambios económicos y la transformación del papel distribuidor del Estado han trasladado a la esfera familiar una gran cantidad de funciones con la consiguiente sobrecarga y aumento de tensiones que ello implica, introduciendo transformaciones en los modelos de organización familiar.

Al respecto, Jelin, E. (l997) . manifiesta: ”Vivimos en un mundo en que las tres dimensiones que conforman la definición clásica de familia (la sexualidad, la procreación, la convivencia) han sufrido enormes transformaciones y han evolucionado en direcciones divergentes...” .Esto significa claramente que hay una multiplicidad de formas de familia y de convivencia.

A pesar de que la familia nuclear completa que se estructura en torno a la figura paterna quien, en su calidad de “jefe de familia”, tiene poder de control y decisión sobre el resto de los integrantes, sigue siendo la forma más frecuente de vivir en familia, no es la única.

Hablar de “la familia” nos remite al modelo cultural dominante ideal (idealizado) de una estructura familiar “intacta”, ”normal”, con funciones y atribuciones distribuidas a cada uno de sus integrantes de acuerdo a su ubicación genérica y etárea dentro de la misma; pero además ha sido presentada como el paradigma de lo que significa “vivir en familia”. Esta consideración lleva implícita una actitud descalificante de otras formas de convivencia como si fueran anómalas, disfuncionales.

La consideración del concepto ”tipos de familias” utilizado en este trabajo tiene la función de cuestionar dicho modelo y permitir el reconocimiento de que existen una gran heterogeneidad de arreglos familiares -tanto en su composición, como en su funcionamiento- y que son una realidad a partir de los procesos de mayor individuación personal que conllevan al reconocimiento de intereses y espacios propios en las decisiones vitales: el aumento de las tasas de divorcio, uniones consensuadas donde la conformación y la perdurabilidad de la pareja y las formas de convivencia entre adultos y entre ellos y los jóvenes cambian, hogares monoparentales, reconstituídos, prevalencia de la mujer jefa, parejas que no conviven bajo el mismo techo, parejas homosexuales.

A lo anterior, es necesario agregar la incidencia de las condiciones macroestructurales de la producción sobre los microespacios familiares, de lo cual dependen el tipo de estrategias implementadas tales como el número de miembros que pueden insertarse en el mercado de trabajo formal y/o informal -según su disponibilidad y según el comportamiento de dicho mercado-, la mayor o menor incorporación de otros miembros al núcleo familiar, los mecanismos destinados a la reducción de gastos; lo cual introduce la dimensión de clase y que nos va a permitir ir recortando los distintos tipos de hogares de acuerdo a su inserción socioeconómica.

Pero el análisis sería parcializado si desconociéramos los aspectos ideacionales que son construidos por los sujetos a nivel de lo social y el grado en que los mismos son negociados o legitimados en los microespacios familiares. Nos referimos al estilo de las relaciones genéricas y generacionales que incluyen la forma en que se asumen y se comparten o no las tareas domésticas, el ejercicio de la autoridad y sus fuentes de legitimación; en definitiva el tipo de “cultura familiar” vigente.

Lo anterior implica que la familia está compuesta por seres sexuados que orientan su conducta de acuerdo a las pautas que la sociedad (en general) y su entorno familiar (en particular) les impone a través del cumplimiento de sus roles genéricos; es decir, como manifiesta Jelin,E. (1994) al referirse a la unidad familiar: ”...no es un conjunto indiferenciado de individuos. Es una organización social, un microcosmos de relaciones de producción, de reproducción y de distribución, con una estructura de poder y con fuertes componentes ideológicos que cementan esa organización y ayudan a su persistencia y reproducción, pero donde también hay bases estructurales de conflicto y lucha”.

Un aspecto que se convierte en eje central de nuestra investigación es si los factores económicos de la producción han ido produciendo cambios en la organización familiar en cuanto a desplazamiento de espacios, redefinición de roles lo cual nos permitirá establecer si van surgiendo nuevas modalidades familiares.

Según hemos observado, el proceso de empobrecimiento ha afectado a grandes sectores de la población.Ya no se trata simplemente de las “villas de emergencia”, localizadas en las periferias y fácilmente reconocibles; en la actualidad a sus “originales “ pobladores hay que agregarles, por un lado, a aquellos que -como hemos visto- se desplazan desde el medio rural al urbano, y por el otro, se les suman los que pertenecen al medio local quienes han sufrido un notable deterioro en su situación económico-social.

De acuerdo a lo expresado precedentemente, creemos necesario clarificar procesos y conceptos que se consideran claves para el análisis de uno de los temas del presente estudio, tales como la pobreza, sus manifestaciones y las formas de dimensionarla.

El informe realizado por la Fundación del Banco Municipal de Rosario refiriéndose a este tema expresa que “Cuando se alude al concepto de “pobreza” se hace referencia a una categoría descriptiva, basada en la carencia de bienes y servicios mínimos que una sociedad determinada considera como indispensables para todos sus miembros (Jaume,F.l989). En su conformación se combinan distintas necesidades que afectan tanto a lo biológico como a lo social. Es también un concepto relativo, puesto que en cada etapa histórica la pobreza corresponderá a realidades diferentes, y también se medirá con parámetros distintos.

Pobreza, entonces, es un concepto que permite calificar la condición concreta de existencia de determinados grupos sociales, que por contraste o comparación con otros grupos de la sociedad son “no pobres”.

Consideramos que hay dos elementos constitutivos y complementarios para dicha medición: la insuficiencia de ingresos que impiden cubrir una canasta básica de bienes y servicios y Las Necesidades Básicas Insatisfechas que implican la falta de acceso a bienes y servicios, tales como vivienda, salud, educación, red cloacal, agua, luz. Se consideran indigentes a los hogares que sólo pueden acceder a los alimentos indispensables, por cierto cada vez más “recortados” en cantidad y calidad.

Dentro de la población calificada como “pobres” existen dos grupos: los que siempre sufrieron carencias y configuran la parte más desfavorecida de la sociedad, a los que se denomina “pobres estructurales” y los llamados “nuevos pobres o empobrecidos” que son los que han visto caer sus ingresos, y en consecuencia, enfrentan situaciones de privación relativa.

En este sentido, Minujin, A. aclara: “...el conjunto de hogares pobres está conformado no sólo por aquellos que sufren carencias básicas de infraestructura sanitaria y de vivienda, que conforman las villas miseria y los asentamientos precarios, grupo que denominaremos de “pobreza estructural” (o NBI), sino que se incorporan otras familias, algunas “ex pobres estructurales” y otras pertenecientes a sectores medios, “nuevos pobres”, que conforman otro grupo, extremadamente heterogéneo, que se suele denominar pauperizado y que en este trabajo mencionaremos como “empobrecido”.

De esta forma, las unidades domésticas de distintas clases sociales varían en su capacidad de obtener, acumular y transmitir recursos y esto depende de condiciones macrosociales como la situación del mercado laboral, el grado de inserción dentro del mismo, el tipo de ocupación que se desempeña. Esto nos permite centrar el análisis en todas aquellas actividades que se estructuran en torno al mantenimiento de la organización familiar en una estructura productiva determinada, y dentro de este enfoque, la unidad familiar se convierte en un agente mediador entre los fenómenos del nivel macro y microsocial.

Siguiendo este lineamiento, y de acuerdo al trabajo de campo que realizamos, hemos incluido a los “pobres estructurales”, a los “nuevos pobres” y a un grupo que -de acuerdo a su inserción socioeconómica- lo consideramos en una situación intermedia

Estos diferentes tipos de familias además atraviesan distintas etapas del ciclo familiar, tales como la cantidad de miembros que pueden o no aportar ingresos monetarios y/o no monetarios, la presencia -a veces numerosa- de niñas/os en edad escolar y/o de adolescentes que no tienen ninguna posibilidad de acceder a la estructura productiva, y estos elementos determinan también que difieran en las problemáticas con las que se enfrentan y las maneras como las resuelven.

Las mismas incluyen una multiplicidad de acciones que se van implementando para la resolución del mantenimiento -tanto material como simbólico- de la vida cotidiana; la forma en que las mismas se estructuran e involucran a sus miembros -según su ubicación (léase “posicionamiento”) genérica/generacional- pone sobre el tapete los aspectos más relevantes que hacen a la estructura y a la dinámica de dichas familias, y al mismo tiempo, nos van advirtiendo acerca de las transformaciones que se van perfilando.

En la mayoría de los casos que hemos analizado, constatamos que los efectos de la crisis recesiva ha introducido cambios -y hasta traspaso- en los roles económicos entre mujeres y varones, dados fundamentalmente por la mayor incorporación femenina al mercado laboral; en algunos hogares ese incremento de la fuerza laboral de las mujeres ha sido para complementar la caída de los ingresos del esposo y/o compañero, mientras que en otros dichos ingresos se han convertido en la única fuente de obtención de recursos monetarios.

La imposibilidad por parte de los varones de no poder seguir desempeñando el papel que anteriormente detentaban, de ser los únicos o principales “proveedores económicos” (con la carga simbólica que esto trae aparejado; es decir, el cuestionamiento de su “jefatura” por parte del resto de los integrantes del grupo familiar) y al ser éste mayormente desempeñado por sus esposas/compañeras, hijas/os, van produciendo tensiones, conflictos y hasta la disolución del vínculo conyugal, ya que dichos cambios han sido impuestos por las condiciones adversas y no consensuados.

Estas situaciones se potencian más cuando se trata de hogares que tienen expectativas tradicionales de roles genéricos, nos referimos a la familia “nuclear tradicional”, estructurada sobre la base de relaciones sociales asimétricas. Dentro de esta concepción se desprende una clara división sexual del trabajo que atribuye (léase privilegia) la actividad “productiva”/ extradoméstica al varón, reservando para la mujer la actividad “reproductiva”/doméstica, circunscripta a la esfera “privada “del hogar. Por lo tanto, la organización familiar no sólo se constituye, sino que también se organiza sobre la base de la figura paterna quien es la autoridad máxima en la toma de decisiones que involucra a los demás miembros.

La adscripción de esta posición -legitimada socialmente- tiene un efecto ordenador interno de la estructura familiar, ya que supone como contrapartida la ubicación de los demás miembros -en virtud de su edad y de su sexo-, en posiciones de dependientes que, si bien pueden tener iniciativas propias y ejercer algún poder, están finalmente subordinados a dicha autoridad.

Sin embargo, y de acuerdo a los datos que han surgido de las entrevistas realizadas, estamos en condiciones de afirmar que la existencia de relaciones sociales asimétricas no significa la inexistencia de áreas -estereotipadas en función del sexo- que se van sometiendo a modificación. De hecho, la “salida” de las mujeres al “espacio público” para insertarse en el mercado de trabajo formal y/o informal y la posibilidad de generar un salario -complementario o que mantiene la estructura familiar-, les posibilita participar en mejores condiciones de negociación dentro de la pareja.

Negociar significa disponer de un espacio- por pequeño que sea- de toma de decisiones propias, de cierto grado de autonomía y de cambiar su posición dentro de la relación, de modo que le permita reconocer sus propias necesidades e intente darles cabida dentro de la estructura relacional y que vaya llevando a todos sus integrantes a reconceptualizar sus representaciones genéricas. Aquí volvemos a encontrar una diferencia sustancial, basada en la adjudicación del cumplimiento del rol genérico, y es el hecho de que las mujeres - a diferencia de los varones- siempre tienen que negociar en este campo.

Lo expuesto no significa que nuestra intención sea la de presentar una situación causa-efecto entre desocupación y/o subocupación masculina y el surgimiento de la jefatura femenina (con los traspasos de roles y redefinición de espacios que ello implica), ni tampoco que la misma sea un proceso lineal y unilateral aplicable a toda organización familiar como si se tratara de un modelo nuevo y único que se va perfilando en la sociedad.

Esto no invalida el hecho de que se vayan dando procesos que, en general, ponen de manifiesto una mayor democratización de las relaciones familiares (incluyendo a todos sus integrantes), en temas como manejo del dinero, toma de decisiones, división más flexible de las tareas domésticas -incluída la crianza y educación de las/os hijas/os y/u otros miembros- y hasta el reconocimiento a veces explícito (aunque en la mayoría de los casos es velado por las mismas mujeres, como si se tratara de evitar avergonzar al esposo/compañero) de la existencia de la jefatura femenina, lo cual deviene del ejercicio real de la misma.

Estas circunstancias van permitiendo un mejor posicionamiento de las mujeres dentro de dichas relaciones, dependiendo el mismo de las tendencias y expectativas genéricas que existen (y a veces preexisten en cada familia). El nivel de persistencia de las mismas dependerá, por una parte, del tipo de cultura familiar vigente; pero, por otra parte (y fundamentalmente) del grado de internalización que las propias mujeres puedan ir haciendo del traspaso de roles, afianzando más su autonomía o asumiendo conductas subordinadas.

Las familias con las que hemos trabajado, no sólo difieren en su situación socioeconómica y grado de educación formal, lo cual incide en la forma en cómo se insertan en el aparato productivo y los tipos de recursos humanos que utilizan para la satisfacción de sus necesidades, sino que además presentan una variada gama de situaciones: si bien en todas ellas la conformación de la pareja ha sido producto del consenso (en algunos casos mediado por un embarazo), algunas se han reconstituído luego de una separación; otras están en vías de la disolución del vínculo, en otros casos dicha unión ha sido precedida por una separación (legal o no) de uno/a de los miembros de la pareja, el aumento del número de hogares con jefatura femenina; todo lo cual pone en tela de juicio a la familia nuclear como modelo cultural predominante y como la única forma posible de “vivir en familia”.

Elaborado por Diego Pasapera

Cortesía de http://www.eumed.net/libros/2008a/350/TIPOS%20DE%20FAMILIAS.htm

La familia : centro de apertura



En un estudio sobre la familia, realizado en Francia y publicado en 1975 por el Comisariado del Plan de Desarrollo, se dice: "La familia, fuertemente sacudida por el choque del futuro, se nos muestra, dentro de este mundo incierto y cambiante, como el último refugio de la verdadera convivencia."
Por lo tanto, habría que decir que la familia no es un refugio, sino un lugar desde el que se puede, mediante la acción educativa, mejorar este mundo incierto y cambiante, porque a la familia le corresponde el privilegio de seguir siendo el ámbito natural del amor y, por tanto, el lugar original de la educación. La familia no es un refugio: es una escuela de irradiación de virtudes sociales.
También se ha calificado a la familia como "un islote privilegiado dentro de una sociedad personalizada". Es evidente que el privilegio del islote familiar tiene que servir para transformar esa sociedad despersonalizada en una sociedad educativa, en una sociedad humanizada.
Es una aspiración (un "objetivo tendencia") construir una sociedad totalmente personalizada. Debemos intentarlo con perseverancia revitalizando la célula básica de la sociedad -la célula familiar- para que ésta supere los condicionamientos actuales y haga posible la aceptación incondicional de las personas en las relaciones sociales y profesionales, de modo que se puedan armonizar en cualquier situación de colaboración o de convivencia social la exigencia y la comprensión, la confianza y el respeto, la eficacia y la amistad.
La meta es ambiciosa, para realizarse a largo plazo y en el inmenso ámbito de la sociedad. Pero, si consideramos el valor de cada persona, y sus posibilidades, las metas respecto a su apertura educativa y educadora tienen que ser aún más ambiciosas.
Sin intimidad no hay posibilidad de apertura, pero sin esta última el individuo no se forma, el ser humano no crece. "La realidad fundamental de la educación es ese diálogo privilegiado en el curso del cual se afrontan y confrontan dos hombres de desigual madurez, en el que cada uno, a su manera, delante del otro, da testimonio de las posibilidades humanas". Esos dos seres humanos de desigual madurez realizan la tarea de educarse, porque el educador también se educa, se supera, crece y se perfecciona al educar. Puede tratarse de una relación de padre e hijo, de profesor y alumno, o de amigos.
La libertad, esa energía interior que nos permite abrirnos por medio de la actividad y de la relación, y cuya finalidad es el servicio cualificado por el verdadero amor, la libertad, decíamos, es justamente la que hace posible la educación. Y la libertad es la característica fundamental de la persona. Debido precisamente a que ésta es libre, es diferente. Siempre habrá diferencias entre las diversas realizaciones personales de la madurez humana. Nunca coinciden en dos personas sus zonas más desarrolladas, sus diferencias de calidad humana ni sus puntos fuertes, porque cada uno, de manera irrepetible, posee su don y su misterio.
El privilegio del diálogo educativo consiste en la amistad, por cuanto ésta hace posible la comunicación íntima de personas diferentes y de sus diferencias complementarias.
¿Cómo se cultiva la intimidad familiar? Por el diálogo.
¿Y cómo abrir el diálogo? Por medio de una pregunta inteligente.
Los padres y los maestros han de ser "maestros" de la pregunta y no tanto de las respuestas, aunque también deben saber responder.
El método a seguir es el mismo empleado en la metodología participativa, que no es sino el que utilizaba Sócrates con sus discípulos: preguntar.
Ello quiere decir que los padres de familia necesitarán preguntarse, en cada caso, cómo hacer de su familia un centro de apertura con el cultivo de la amistad (amigos de los padres, amigos de los hijos); cómo favorecer el propio hogar y las propias costumbres familiares mediante el cultivo de la amistad; cómo ampliar el círculo de la amistar sin que ello se traduzca en una merma de la calidad de las relaciones; cómo influye el ejemplo de los propios padres en esa dimensión de amistad y de servicio social, etc.
Por otra parte, el tipo de objetivos que se han propuesto conseguir en la educación de cada hijo
puede ser un indicador muy valioso.

Hecho por Luis Paucar Temoche.

 

 

 

La organizacion familiar

A veces la palabra "organización" no se considera adecuada para referirse a la familia, ya que ésta se considera como una unidad espontánea de amor. De donde resulta la tendencia a concebir el hogar como un ambiente natural.

Sin embargo, esta última palabra no se entiende correctamente, por cuanto no significa que cada quien puede hacer lo que quiera. Lo natural de la familia consiste en que cada uno de sus miembros puede y debe mejorar como persona en sus relaciones con los demás, de modo que la familia, como tal, mejore a su vez.
De lo contrario, el grupo familiar pierde muchas posibilidades, se desvirtúa y, en el mejor de los casos, se producen mejoras meramente azarosas.
La familia busca la mejora de los miembros que la conforman, aunque es una unidad espontánea de amor; debe tener una cierta organización en su educación, por muy informal que sea. Por su parte, la escuela lo hace mediante la organización de las materias de estudio, horarios y programas. La familia se desarrolla en todas sus vivencias humanas. Sin duda, hace falta un ambiente de amor, de alegría y de espontaneidad.
Por lo que hasta aquí hemos dicha, debe quedar claro que para alcanzar cualquier objetivo de mejoría en la familia hace falta ponerse de acuerdo sobre lo que se quiere mejorar.
La organización a la que nos referimos apunta únicamente a lo imprescindible; una vez alcanzado este nivel, se facilita y se motiva el desarrollo personal en todo lo que es optativo.
. Cada familia es diferente, por lo que, según su modo de ser, necesitará de un tipo de organización distinto.
. No existe una organización ideal; ésta debe ser el resultado de las experiencias de la vida. Es decir, cuando el tipo de vida de cada familia muestra que hace falta un medio organizativo, éste se pone en práctica en respuesta a esa necesidad, no antes.. Hay muchos medios para organizar una familia. Debemos conocer los objetivos que perseguimos, las personas con las que contamos, los recursos materiales y los distintos medios organizativos antes de decidir qué es lo que hace falta a una determinada familia. De todas formas, convendría reflexionar más sobre lo que es un mínimo de organización.

Hecho por los papas de  Luis Claudio Paucar Temoche.

Familia y aceptacion del otro , la base del amor

La palabra amor identifica el afecto, de necesidad de estar cerca del otro pero por sobre todo la aceptación incondicional del que se ama. En la familia el amor es la emoción básica que sustenta las relaciones entre padres e hijos y entre los integrantes de la pareja. En la familia se recibe el amor y se aprende a darlo a los demás, en la familia se aprenden las formas de expresión de dicho amor y se aprende a compartir y a aceptar a los demás.

Sin embargo este aprendizaje no siempre se da adecuadamente en las familias, ya que en muchos de los hogares el deterioro en la relación en la pareja, o la historia personal de cada uno de los integrantes adultos de la familia, no les permite vivir y expresar este amor. Muchos de estos casos provienen de familias en las cuales no vivieron el cariño de parte de sus padres y no tuvieron un modelo adecuado que les permitiera primero, sentirse queridos y aceptados, y segundo sentirse capaces de entregar lo que cada uno tiene dentro de sí. Generalmente este tipo de familias son muy negadoras del otro y tienden a la violencia y el maltrato como una forma de resolver las diferencias. Cuando una familia es capaz de aceptar a los demás y aceptar las emociones u opiniones de los otros se puede trabajar en la solución de las diferencias de manera no violenta, es más, se puede aceptar que dos o más integrantes de la familia tengan diferente postura u opinión y ello no constituye un problema.

Hecho por luis paucar con ayuda de sus padres

La familia : foco central de la sociedad

La familia es el foco central de la sociedad y no permanece ignorante a las profundas transformaciones y cambios de valores y normas que se están dando en los últimos tiempos. Pero necesita adaptarse y ser capaz de asimilar y adaptarse a estos cambios estructurales si no quiere sumergirse en una inestabilidad que le desoriente en sus funciones más importantes. Con la ayuda de los educadores familiares se pretende el contacto con las familias del medio para ayudarles a percibir el proceso imparable de cambio en la que están sumidas y la gradual modificación de su tarea y funciones.
El educador familiar interviene forma integral, a través de la relación cotidiana, favoreciendo que las propias familias sean las protagonistas de sus cambios y mejoras, consiguiendo de esta forma la capacidad de responsabilidad y de actuación propia que les permita progresar acorde a la propia transformación. La aportación del educador familiar será lo más objetiva y eficaz posible, trabajando sobre las dificultades por las que transita hoy en día la institución familiar desde el conocimiento de los métodos y recursos necesarios para ello. La educación familiar tiene como destinatarios todos los miembros del sistema familiar y la interrelación de éste con el sistema social, escolar y comunitario. Por eso hemos de tener en cuenta que las familias con las que trabaja el Educador suelen vivir en barrios periféricos, en gran mayoría marginales y con problemáticas familiares y sociales diversas y cronificadas. De ahí que la Educación Familiar deba partir de una educación integral, conforme con la diversidad existente y que ponga todas sus voluntades en impedir la estigmatización de algunos sectores o clases sociales inferiores económica, cultural y socialmente.
A través de la educación familiar se procura que la institución avance, no ya sólo buscando su supervivencia, sino la felicidad, la pluralidad, la coherencia, la solidaridad, la eliminación de la pobreza y la marginalidad o la integración social de sus miembros.

Hecho or luois paucar Temoche con ayuda de sus padres.